Reflexiones

Cada instante, una mirada, la luz, la sonrisa de un niño… cuando coges una cámara con tus manos y miras a través de un objetivo, no solo ves un objeto, un paisaje, o una persona a la que retratar; estás viendo también la posibilidad de poder captar una idea, un momento único, e intentar transmitirlo tal y como tú lo ves, para que todo aquel que observe la fotografía, sienta todo aquello que has sentido tú al tener el privilegio de recoger la imagen en tu cámara.

Son muchas las cosas que pueden inspirarnos: una flor, un cielo estrellado, el suave movimiento de las olas del mar… eso que ves cuando miras es lo que quedará en tú memoria, y sólo la fotografía nos concede la suerte de poder conservarlo para siempre sin olvidar los detalles.

Los niños son una fuente de inspiración inagotable, su vitalidad, la luz en sus ojos, y su siempre espontaneidad hacen que la fotografía se convierta en una aventura cada vez diferente, y con resultados inesperados. Son ellos los que atraen a la cámara, y no ésta la que busca sus movimientos.

Me gusta trabajar con niños, no importa la edad que tengan; es divertido y reconfortante hacerles un montón de fotos, y después descubrir en tu archivo que sí captaste aquella risa que le provocó su mamá, o aquella mirada perdida que le da ese toque adorable que le hace irresistible.

Es un placer haber descubierto ya hace bastante tiempo las satisfacciones que puede aportar la fotografía, y me encanta tener la oportunidad de poder vivirlo cada día cuando salgo a la calle con mi cámara.

Y.

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